Forever ending
Video instalacion site escpecific, 2008.
Obra conjunta Paula Pellejero y Alejandro Thornton
Soho Telo Muestra 2
Habitaciones de hotel intervenidas del
Albergue Transitorio Pussy Cats.
FOR EVER MAIL.jpg |
---|
Forever ending
Aquí y ahora, en ninguna parte
La fantasía del lugar propio tiene lugar
en el lugar de todos.
En 1872, Samuel Butler escribía Erewhon, relato complejo y apasionante donde la conjugación de una renovada (des)ilusión de utopía y los imperativos de la más urgente actualidad daban la nota desde el título, poniendo en causa valores trascendentes y prejuicios de la época – «erewhon», en efecto, es anagrama a un mismo tiempo de «now here» (aquí y ahora) y de «nowhere» (en ninguna parte).
La nueva apuesta conjunta de Thornton y Pellejero viene a inscribirse en esa línea menor del arte contemporáneo, que no apuesta a la actualización de lo eterno (clasicismo) ni a la perpetuación del instante (modernismo), sino a la problematización de sus relaciones en lo que tienen de trágico, de inconclusivo, de abierto.
El sueño de la casa propia se juega sobre una cama de hotel (¿termina? ¿recomienza?), pausa estratégica en una búsqueda que no (se) persigue más que a sí misma, y que convoca los espectros de dos obras (siempre) en progreso. Ensoñación fugaz, en todo caso, que se renueva por horas, de vez en cuando, cada vez que los encuentros entre ambos resultan necesarios (posibles).
En esa misma medida, Forever ending revisita y renueva (subvierte) el sentido profundo de Forever, su trabajo anterior, donde la solidez del hogar era puesta en causa y la identidad de la pareja des(cons)truida sistemáticamente, según una lógica de intervenciones no pactada de antemano (la renuncia al hogar es al mismo tiempo una renuncia al estilo).
Thornton y Pellejero se encuentran ahora nuevamente, pero miran a otra parte, desde otro lugar. Han dejado muchas cosas por el camino. Les resta apenas la potencia intrínseca de los medios visuales que cargan consigo y la confianza luminosa (ciega) en la sensibilidad del otro. Por eso mismo, en la penumbra impostada de este cuarto de hotel, parecen más abandonados, más desnudos, más fuertes que nunca.
Digo que nos invitan a contemplarlos así, entre turno y turno, sin derecho siquiera a un sánguche de cantimpalo y una coca-cola.
Eduardo Pellejero