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Antes de las palabras / Before the words

            La primera referencia que nos viene a la cabeza ante esta serie de obras de Alejandro Thornton es la traducción de una obra de George Perec (La disparition, 1969) que en 1997 emprendieron Marisol Arbués, Mercè Burrel, Marc Parayre, Hermes Salceda y Regina Vega, y de cuyas 270 páginas fuera elidida totalmente la letra «a».

            Ese lipograma excesivo que, imponiendo un límite artificial al juego literario, conducía a una exploración extraordinaria de la lengua, encuentra en las telas y las serigrafías de Thornton una contrapartida casi perfecta. La aliteración compulsiva, cacofónica, a-significante, desborda los valores lingüísticos asignados a la letra «a», inscribiéndola en un nuevo universo de sentido, donde el color, la disposición, e incluso el tipo, constituyen dimensiones fundamentales para la reconstrucción de las relaciones diferenciales que hacen una lengua.

            Así, por ejemplo, la elección del tipo «Arial» (el tipo más simple y neutro), o su transposición plástica según dos segmentos diagonales y un segmento horizontal, e inclusive su reducción a un garabato o trazo expresivo, todas esas decisiones gráficas, funcionan como fuentes formales o principios figurativos de una obra que, excediendo la poesía visual por defecto, sienta las bases de un idioma naciente.

            Esa impresión de comienzo, de punto de partida, es inevitable tratándose de una nueva etapa en la obra de Thornton (donde las repeticiones se despersonalizan por completo, después de la serie de los rostros, y en la cual lo gráfico y lo pictórico se entrelazan en un proyecto común).

            Menos evidente, menos inmediato, más interesante por eso, tal vez, es ver en estas obras una nueva instancia de resignificación de un universo que ya asociamos naturalmente al trabajo de Thornton.

            Una última referencia es inevitable.

            Entre los signos que heredamos de nuestra literatura, existe otra «a», que disimulada bajo el prestigio de un alfabeto milenario, conjura, en un sótano de la calle Garay, «el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos». Esa visión de una forma poética en la que se condensan todas las cosas del mundo no es extraña a la obra de Alejandro Thornton, incluso si su tradición no es directamente la de Borges, ni su medio la escritura.

            El propósito de Thornton es menos fantástico, pero no es menos ambicioso. Porque en el juego de repeticiones, de redundancias y de asociaciones que nos propone en Antes de las palabras, pretende dar un paso más en la búsqueda que lo define como artista desde sus primeras obras. Esa búsqueda que tiene por objeto la instauración de un nuevo lenguaje visual.

 

Eduardo Pellejero

Natal, 15 de Febrero de 2010

Antes de las Palabras

 

“…vi a un tiempo cada letra de cada pagina   ( de chico solía maravillarme de que las

letras de un volumen cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche),…”

El Aleph,J. L. Borges

 

 

     Existe el sonido del instante poético, su vibración se encarna en la letra como cartografía corporal del artista. Caligrama, grafema, subjetivema, jeroglífico, ideograma todos son territorios visuales donde el sentido nace de la unión entre dibujo y escritura. La obra de Thornton se funda en esta proximidad original, cercanía amorosa de palabra e imagen. A, origen del alfabeto, grado 0 de la escritura, aleph borgiano, se disemina sobre el vacío de la tela. La letra como dibujo diagonal, sensibilizada por la delicadeza del color y su flotación en la nada, va creando un mapa binario una Matrix de intermitencia de sentido.

     Varias líneas se trazan en la muestra, la letra como poesía visual en diálogo con el maestro Joan Brossa, Fluxus, Mira Schendel y los artistas de la poesía concreta brasilera.

     Otra dirección es la grafología de repetición mántica del grafito como conexión del cuerpo del artista con el soporte en blanco, delineando con el gesto un estado de creación meditativo. Esas piezas de carácter emocional están en red con artistas como Ernesto Ballesteros, Cy Twombly, Gabriel Orozco hasta las instalaciones matemáticas minimalistas de Sol Lewitt. Este gesto lo percibimos en las serigrafías donde la tipografía Arial es acompañada por intervenciones sensibles y líricas del tacto y el color.

     Y otro vector nos orienta a la escritura en su carácter filosófico y esotérico, desde Platón hasta “El nombre de la rosa” la letra emerge como ficcionalización de lo real, verdad mítica inaugural, sello lacrado de un secreto laberinto de sentido, como el anagrama visual del apellido Thornton en la tapa de su libro ”Poesía Visual” .

     En estos múltiples sitios la obra de Alejandro expande su imperio. En el cruce de estos vectores nace el territorio anterior a la palabra alfabetización mántrica de la mano que dibuja, enigma corpóreo nombrado por el aliento del corazón y tocado por la mirada, punto ciego del origen del universo poético.

 

                                                                                           Fabiana Barreda

Buenos Aires, marzo 2010

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